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martes, 21 de abril de 2015

Hiperémesis gravídica: la condición que hace que los embarazos se vuelvan insoportables


Las naúseas y los vómitos matinales son bastante comunes durante el embarazo. O cuanto menos son el día a día de muchas mujeres encintas: para una de cada tres, según los estudios.

BBC Mundo

Pero vomitar 30 veces al día es menos frecuente. Y más peligroso, por que puede provocar deshidratación y peso insuficiente. Esa situación, en la que los intensos y persistentes vómitos y náuseas van acompañados de mareos, debilidad, dolores de cabeza o desmayos, se hace llamar hiperémesis gravídica.

Y para el 10% de las mujeres que la sufren, el embarazo se vuelve simplemente insoportable.

Hasta el punto que sienten que no tienen otra opción que interrumpir la gestación.

Eso es, al menos, lo que refleja el informe titulado "No pude sobrevivir otro día" (I could not survive another day), de la organización benéfica británica Pregnancy Sickness Support.

El documento recoge testimonios de quienes sufrieron hiperémesis gravídica y concluye que "hay demasiadas mujeres que no reciben la atención y el tratamiento adecuado que necesitan para continuar con sus embarazos".

"Realmente malo"

Las experiencias sugieren que en algunos casos los médicos y las parteras no suelen estar dispuestos a proporcionar fármacos para aliviar la condición o que tardan en identificar la gravedad de la misma.

Lily (nombre ficticio) conoce bien la situación.

Su primer embarazo fue "realmente malo", dice. "Pero luché por él", añade.

Tuvo que permanecer en cama durante los primeros meses. No era capaz de ingerir nada más que un poco de agua y vomitaba 30 veces al día.

Como consecuencia, se deshidrató y perdió 19 kilos.

"Estaba realmente débil y no podía permanecer de pie porque me mareaba. No soportaba el olor de la comida; incluso el olor de mi marido me hacía vomitar", recuerda.

El médico de cabecera la visitó y le prescribió un medicamento para que dejara de vomitar, pero no logró hacer desaparecer las náuseas extremas.

No fue hasta la semana 22 del embarazo cuando los síntomas empezaron a remitir y comenzó a vomitar sólo una vez al día. Tras una gestación de pesadilla, Lily dio a luz a su hija en 2011.

"Rogando por esteroides"

El siguiente embarazo, sin embargo, fue peor. Quedó encinta pocos meses después de su primer parto y ni siquiera podía beber agua sin vomitar. Se sentía muy enferma. Y con un bebé que cuidar, simplemente no pudo hacer frente a la situación.

"Rogué a los doctores que me recetaran esteroides, pero nos mudamos y nadie vino a hacerme la prueba de orina ni fui admitida en el hospital", cuenta.

Los esteroides pueden ser una alternativa en estas situaciones para las mujeres que no responden ante otros fármacos.

Pero el informe descubrió que en algunas ocasiones se les dice que estas sustancias pueden dañar el feto o que son demasiado caras para poder prescribirlas.

Según el estudio, menos de una de cada diez mujeres con hiperémesis gravídica en Reino Unido recibe terapia con esteroides. Y el 47% de las encuestadas dijo que les fue negada la medicación cuando la solicitaron o que no les fue ofrecida.

Ante esto, Caitlin Dean, presidenta de Pregnancy Sickness Support, explica que, a muchas de las mujeres, los profesionales de la salud les dicen que no existen tratamientos seguros para aplicar durante el embarazo.

"Pero existe una serie de fármacos que todos saben que son seguros y efectivos desde hace 50 años", señala.

Mejor comprensión de la enfermedad por parte de médicos y parteras es clave.

"Y hay un montón de evidencias de que no están causando ningún problema".

Mientras que según la doctora Daghni Rajasingam, obstetra del hospital de St Thomas, en Londres y vocero del Colegio Real de Obstetras y Ginecólogos, la hiperémesis gravídica necesita ser mejor entendida y tomada mucho más en serio.

"Podríamos empezar dándoles a las mujeres pastillas para ayudarles con el malestar, hospitalizarlas para que puedan recibir líquidos y alimentos por vía intravenosa y en casos muy graves darles esteroides si es necesario", dijo.

Y ella cree que mayor conciencia pública sobre la hiperémesis gravídica –que afecta incluso a la actual duquesa de Cambridge– podría hacer que tanto doctores como parteras sean más comprensivos con los pacientes que tienen severas molestias por el embarazo.

"Tenemos que garantizar que cuando las mujeres están encintas tengan con quién discutir este tipo de temas", sugirió.

Sin elección

Lily dejó de buscar ayuda durante su segundo embarazo porque estaba demasiado ocupada tratando de sobrevivir el día a día. Y al final sintió que no tenía elección.

"Con todos esos instintos maternos que uno tiene, para terminar con la vida de un niño hay que estar verdaderamente desesperada", dice.

"Pero sentía que no podía más", recuerda.

Lily dice que ya no quiere tener más hijos, que la sola idea de quedar embarazada de nuevo le da miedo.

"No confío en los doctores. No te toman lo suficientemente en serio y eso podría llevarme a otra interrupción del embarazo", cuenta. Caitilin Dean, por su parte, pasó por tres embarazos con hiperémesis gravídica.

Pero gracias a un doctor comprensivo y buena atención antes y después de la concepción, tuvo un tercer embarazo mucho más soportable. Ahora Dean quiere ver mejor atención para todas las mujeres con HG.

Y cree que la clave para reducir las interrupciones voluntarias es crear un servicio que les dé a las mujeres líquidos intravenosos en sus propias casas, para combatir la deshidratación.

Sería, en su opinión, mucho más eficiente y barato que hospitalizarlas en cada oportunidad.


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